Lector es una palabra que viene cargada, como casi todos los sustantivos que terminan en -or. Como señor, doctor, escritor, profesor. Se refieren a un hombre adulto y, en el caso del lector, uno que se percibe a sí mismo como muy interesante.
Lector es una palabra adulta y aburrida, con la que ni las jóvenes, ni las infancias a las que pretendemos acompañar quieren identificarse. Por eso quiero traer al imaginario común a la lectora. La mujer niña o adulta que, a pesar de los silenciamientos sistemáticos de nuestras realidades, ahí ha estado siempre.
No solo la mujer objeto de la literatura, una especie de contraparte de don Quijote, como Emma Bovary, sino una lectora viva pero también la deseada y pensada desde la experiencia de las mujeres. Nosotras no somos las últimas lectoras. Nosotras seguimos leyendo y no nos vamos a cansar de hacerlo hasta que nuestra curiosidad quede satisfecha; para emanciparnos, e incluso como ejercicio de nuestra libertad, leemos.
Algunas lectoras reales e imaginadas por nosotras:
• Scout Finch, la narradora de Matar a un ruiseñor, de Harper Lee.

• Juana de Asbaje, la niña que fue Sor Juana Inés de la Cruz. Me la imagino devorando la biblioteca del abuelo.
• Paloma y la portera de La elegancia del erizo
• Jo March de Mujercitas

• Anne Shirley de Anne With an E
• Elizabeth Bennet de Orgullo y Prejuicio

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