De cómo mis gatos me regresaron la felicidad

Seré tus ojos, tus manos y tu amor.
Cuando esto suceda
las cosas que odiaste
se volverán tus ayudantes.
Rumi

Los conocí hace dos años

Dicen que los gatos son los dueños de internet. Es cierto. Me puedo pasar horas viendo videos y fotos de ellos. Me siento feliz. En la casa tengo dos mininos. El año pasado perdí uno a causa de la leucemia, eso lo cuento en Amar a los animales.
Cuando estoy en casa, todo el día se trata de los gatos: me despiertan a las 4 a.m. para servirse de comer, lo primero que hago al levantarme es revisar que esté limpio el arenero y su fuente de agua. También son dueños de mis espacios, se duermen en mis sillas, sobre mis cuadernos, en el teclado de la computadora. Se apropian también de mis quincenas entre la comida y el veterinario.
Sin embargo, esta convivencia entre los gatos y yo empezó apenas hace dos años. La casa a la que había llegado a vivir me parecía demasiado grande para las personas que la habitaríamos; había un jardín que antes habían disfrutado niños y perros. Sabía que faltaba algo en esta casa. Además, necesitaba alguien que me acompañara, que fuera mi compañero «de oficina», porque yo trabajo mucho tiempo en la casa.
Necesitaba un gato. Una amiga puso en Instagram la foto de una camada que había nacido recientemente en su jardín. No lo pensé mucho, fui por uno.
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Del instagram de mi amiga: Catulo y su hermanita

Alergia inesperada

Desde que el pequeño gato de dos meses de edad llegó a mi casa, comenzó el ataque alérgico. Me lloraban los ojos, tenía escurrimiento nasal y, aún peor, se me cerraba la garganta. Parecía que sería imposible que el minino y yo estuviéramos cerca. Pero era un cachorro y estaba acostumbrado a jugar con sus hermanitos (a los que dejamos en el jardín de mi amiga), así que el pequeño la pasaba mal, pues yo solo me dedicaba a bajarlo de escritorio, retirarlo de mis piernas cuando quería dormirse encima y lo mandaba a una habitación aparte. Me sentía terrible al escucharlo maullar por las noches, porque estaba solo en una habitación grande, y oscura.
Definitivamente no permitiría que esta situación durara mucho tiempo. No quería estar separada del gato al que había traído con tanta ilusión. Tomé la recomendación de mi marido que fue hacer una sesión de Terapia Tapping EFT que, de acuerdo con sus investigación, era muy recomendada para las alergias y fobias. La verdad es que no creía y sigo sin creer en esta terapia, pero no sé, de alguna manera se fueron liberando emociones que me hicieron descubrir el origen de mi alergia.

Liberando emociones

La terapia de tapping EFT consiste en hacer presión en ciertos puntos del rostro y del cuerpo con los propios dedos (digitopuntura), mientras repites algunas frases relacionadas con lo que no puedes tomar en ese momento. Les digo, parece una tomada de pelo pero por alguna razón me funcionó. La primera frase fue: «Aunque tengo esta alergia, me amo y me acepto completa y profundamente»; después siguió la frase: «Aunque esta alergia me hace estornudar y llorar, me amo y me acepto completa y profundamente»; después: «Aunque lloro porque no puedo tener este gato, me amo y me acepto completa y profundamente».
Entonces surgió la pregunta: ¿qué representaba el gato en ese momento de mi vida?, ¿qué representaba el gato en mi vida?

La simbología del gato

Cuando nací, mi padre tenía dos gatos que se llamaban Bandida y Nietzsche. Conviví con ellos los primeros meses de mi vida y después mi padre los vendió, los regaló o algo así (espero que hayan tenido un buen destino). Al ver las fotos de cuando me miran con su conocida curiosidad o la foto donde mi papá me sostiene en un brazo y en el otro carga a la gata, pienso que esos eran tiempos felices. Que esa época fue la mejor de mi vida porque estaba con mis padres, porque estábamos juntos. Esos animalitos representaban una felicidad que se esfumó y se transformó un destino completamente diferente. Los gatos representaban la felicidad del paraíso de la infancia.
Entonces llegó la última frase, la que me curó de la alergia: «Aunque no puedo ser feliz otra vez, me amo y me acepto completa y profundamente».
[Ahora mismo que escribo esto me regresa un poco esa sensación de alergia. Siento que hay algo de aquel impedimento que sigue aquí presente.]
Estuve con esta frase largo tiempo. En total, la terapia de Tapping la realicé en una sola sesión que duró dos horas. Terminé muy cansada y llorando. Venían a mí todas esas imágenes de mi vida sin mi padre, sin gatos, lejos de ese hogar que era como el paraíso. Y tenía la dicha justo enfrente de mí, en esa mascota de tres meses de edad que iba a acompañarme en mis días con esta nueva felicidad que estaba disponible para mí.
Me fui a dormir.
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Yo, Bandida y Nietzsche

La felicidad

Poco tiempo después de esta sesión de Tapping completamente casera, me curé de la alergia hacia los gatos. Unos días después dejé de lloriquear, de tener escurrimiento nasales y estornudos. Catulo, pudo ronronear, jugar y descansar cerca de mí. Algunos meses después llegaron dos más a la casa. A la hembrita le puse Bandida.
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Tres gatos
Más que el Tapping, creo que me curó el autodescubrimiento, ese escarbar en lo profundo del alma y del inconsciente hasta llegar al origen de nuestros aparentes obstáculos, de lo que nos permite alcanzar nuestros deseos.
De vez en vez, regreso a esa indagación para liberarme de lo que me atora: ¿a qué le tengo miedo el día de hoy?, ¿qué me detiene para alcanzar mi objetivo?, ¿por qué no puedo ser feliz?
En aquel momento, la respuesta no era una alergia a los gatos. Era yo mi propia alergia, tenía miedo de aceptar la felicidad, a darle una oportunidad porque ya antes había fracasado. Ahora puedo ver a los mininos como la máxima expresión de la felicidad. Disfruto de estos momentos que pasamos juntos como una joya preciada; a través del amor hacia mis gatos imagino cómo era el amor de mi padre y me reconozco amando como él, feliz como fui antes, feliz ahora.