El derecho a escribir (El camino del escritor, de Julia Cameron)

“Vende tu destreza y compra desconcierto.”

Rumi

Apenas ayer concluí la lectura de un libro. Me llevé siete meses para llegar a la última página; se debe a varios factores, entre el trabajo y las pruebas de la vida, pero también a que me propuse realizar los ejercicios que indican al terminar cada capítulo. ¿De qué libro estoy hablando? Se llama Camino del escritor o en inglés The Right to Write. Justo en el último capítulo se habla del escritor prototipo, hombre -por supuesto- y ortodoxo, que se queja de que “cualquiera pueda hacerse escritor”, “por culpa de esos amateurs a los verdaderos escritores les cuesta más trabajo ser reconocidos”. Tristemente así piensan algunas personas sobre el acto de escribir. Pero Julia Cameron, la autora, tiene una idea diferente.

Cameron es ampliamente reconocida en Estados Unidos por sus talleres de creatividad -no solo literaria. En este texto nos cuenta su experiencia sobre los miedos que agobian a los escritores, amateurs y profesionales, cuando se enfrentan a la página: prejuicios sobre el tema, la forma o la calidad de la escritura. Su consejo es, en resumen: solo escribe.

En cada capítulo propone un “ejercicio de iniciación”, con la única intención de ponerte a escribir, muchas de las tareas están relacionadas con narrar tu propia vida y es aquí donde viene lo interesante, ya que el lector-escribiente se da cuenta de que la vida propia es una fuente de material casi inagotable de tópicos y recursos de escritura. De hecho, este libro llegó a conmoverme en algunas secciones donde “me regaña” por no cultivar mis amistades, mi vida social, por no salir a descubrir el mundo. Me identifiqué porque durante muchos años he evitado reuniones, salidas y amistades con el pretexto de “no tener tiempo” y porque “preferiría estar escribiendo”, pero al final, ni ocupaba el tiempo en algo mejor ni escribía. Eso me dejaba peor de lo que estaba. Estaba frustrada, ni escribía ni vivía. Así gasté cinco años, hasta que una noche de octubre abrí el libro que tenía en la biblioteca de la casa que, por cierto, era prestado. Poco a poco me fui desengañando del tipo de escritora que quería ser y comencé solo a ser, a escribir, sobre cualquier cosa, cualquier extensión y cualquier palabra está bien.

En el momento en que me pongo a escribir, todo se equilibra. Si tomas una dosis de escritura diaria, soy capaz de estar presente de verdad en mi vida social con mis cinco sentidos. Soy capaz de estar presente de verdad en mi vida en lugar de vivir en ese país de fantasía del escritor que no escribe, ese lugar decadente donde uno siempre “debería” estar en otro sitio -escribiendo- de tal modo que uno nunca disfruta del lugar en el que está. (Julia Cameron, El camino del escritor, p. 93)

No quiero aburrirlos con detalles, pero sí ustedes, como yo, tienen un ferviente deseo por escribir, pero no saben cómo empezar ni qué decir, recomiendo que tomen este libro y emprendan la aventura de los cuarenta y tres ejercicios que Julia Cameron sugiere. Entre ellos, los que más me han gustado y enriquecido son:

  • Escribir diariamente tres “páginas matutinas” a mano. A mí, que me encantan los cuadernos y las plumas, no tardó en convencerme. La intención de estas páginas es vaciar la mente escribiendo sobre lo que pasa por nuestra cabeza; al paso de los días surgen frases que derivan en proyectos de escritura.
  • La línea del tiempo de tu vida. Independientemente de que quieras ser escritor o no, este ejercicio es excelente. De hecho, la autobiografía la he venido trabajando paralelamente, como tarea escolar de un diplomado y en otro momento hablaré de esto. Por ahora te puedo decir que una lista de los hechos que vivimos a lo largo de los años, nos brinda una perspectiva amplia de nuestro recorrido. Contarnos a nosotros mismos nuestra historia puede ser revelador.
  • Llenar la fuente. Con esto, Julia Cameron quiere decir que no tengamos miedo de salir a caminar, a observar el paisaje o tomar una taza de café con un querido amigo, ir a un museo o ver algo que nos cause placer en cualquier lado. La vista y los demás sentidos son la fuente y las experiencias, el manantial de donde eventualmente tomaremos aquello que sea necesario para nuestra escritura. Particularmente este consejo me ha servido de mucho; tiendo a quedarme encerrada, a ser introvertida, evitativa, pero ahora me doy permiso de salir, de tener amigos, de conocerme a través de lo que pasa afuera.

Al escribir estamos describiendo y decidiendo la dirección que toma nuestra vida. A medida que nos mostramos más sinceros sobre el papel y expresamos lo que nos gusta y lo que no nos gusta, nuestras esperanzas y sueños; a medida que nos mostramos dispuestos a ser claros, las tinieblas de nuestra vida comienzan a disiparse y percibimos con mayor nitidez nuestra vida. Escribir es un laboratorio de pruebas. Nos enseña a ser felices, a ser valientes, abiertos, bondadosos, leales, inventivos y, también vulnerables. Si podemos hacerlo sobre el papel, si podemos dejar que nuestra imaginación conecte los puntos, empezaremos a percibir una imagen propia mucho más completa y humana, de lo que nunca habíamos conseguido imaginar .

(Julia Cameron, El camino del escritor, p.160)

Cuando inicié la lectura del libro me sentía un tanto ridícula. ¿Por qué necesitaría leer sobre cómo escribir si yo ya era un profesional de las letras? Precisamente por eso, por ser un profesional me estaba exigiendo resultados que no podría cumplir, tenía que acercarme a la escritura con el entusiasmo de un amateur, con el amor de un amateur. Al finalizar este libro, con mucho placer y amor veo un poemario casi terminado, una novela en ciernes y la escritura de este blog que pienso continuar durante mucho tiempo más.

Puedes comprar el libro Camino del escritor, El. Curso de escritura creativa impreso o The Right to Write: An Invitation and Initiation into the Writing Life para kindle.

Epílogo

Al libro no le falta nada, te dota de las herramientas necesarias para comenzar a escribir, quizá solo agregaría una página al final donde invite a revisar lo que has escrito, revisar y revisar (sin miedo) hasta que obtengas la pieza que te habías imaginado.