“Van a sacrificar 236 perros en la perrera del Pilar. Al menos 60 de ellos son cachorros. Si saben de alguien a quien le interese, pasen la voz”.
Esto leí hace unos días en una página de Facebook. Inmediatamente me imagino a mí misma con un cachorrito al que me daría tanto gusto amar. Sin embargo, si pienso unos segundos más: todo lo que tendré que hacer y mover para poder tener a ese animalito cómodo y con una vida digna, poco a poco me voy arrepintiendo de ir a buscarlo.
Porque además está el hecho de que ya tengo dos gatos en la casa, que seguramente resentirían el cambio. La casa en sí misma, aunque vivo aquí, no es mía; no sé cuánto tiempo viviré aquí y no sé adónde me mudaré. ¿Qué pasaría después si no puedo brindarles el espacio que necesitan?
¡Pero van a sacrificar a 236 perritos!